¿Sabes cuál es otra forma de machismo? Presionar a tu pareja para que aborte
Hace unos días Britney Spears reveló en su recién lanzado libro, que cuando fue novia de Justin Timberlake, se embarazaron y abortó porque “Justin no estaba listo para ser padre”. Comentó también: “Hasta el día de hoy (ese aborto) es una de las cosas más agonizantes que he experimentado en mi vida”
*a raíz de esas declaraciones su video Everytime tomó otro significado
“Fue una sopresa, pero para mi no fue unatragedia. Siempre esperé que formaramos una familia juntos algún día…Pero Justin definitivamente no estaba contento con el embarazo. Yo acepté abortar, no se si fue la decisión correcta, pero si hubiera dependido de mí, nunca lo hubiera hecho”.
La conversación sobre el aborto suele girar únicamente alrededor de la legalización o no legalizción, entonces nos enredamos entre el discurso pro vida y pro aborto, sin tomar en cuenta otros dolores que nos competen a todas, como las complejidades emocionales que esta decisión puede traer, sobre todo cuando la mujer NO quería hacerlo.
Un hombre machista presiona a su pareja para “deshacerse del problema” cuando hay un embarazo no planeado o huye y la deja sola, en lugar de tomar responsabilidad y hacer equipo cuando llegan las consecuencias de sus actos. Un hombre machista, además muestra egoísmo e inmadurez cuando usa el cuerpo de la mujer para obtener placer y luego la desecha cuando algo se interpone en sus planes personales.
Está tan politizado el discurso alrededor del aborto, que es muy difícil encontrar recursos para acompañar o escuchar las voces de las mujeres que decidieron abortar y están pasando por un momento de dolor o literalmente están arrepentidas, por temor a ser etiquetado como un tema “pro vida”. Son historias de mujeres que se quedan en el limbo ante nuestra incapacidad de ver más allá de dos bandos.
El duelo gestacional, sea por aborto espontáneo o inducido, sabemos que es un tema muy delicado y quienes hemos perdido bebés experimentamos un vacío difícil de describir, como si literalmente se hubiera ido una parte de nosotras. Aquí te queremos compartir, si te sirve, algo que nos ayudó a entender el rastro físico de su existencia, pues es reconfortante saber que aunque se fueron, esos bebés siempre estarán con nosotras.
Durante el embarazo, la mamá y el bebé no solo comparten cuerpo, emociones y nutrientes sino también sangre y células. Esto se llama microquimerismo fetal y significa que existen células de un organismo guardadas en otro organismo: Las células del bebé atraviesan la placenta, llegan a la circulación sanguínea de la mamá y se expanden por todo su organismo, hospedándose en su hígado, cerebro, corazón, diversos tejidos y hasta en el sistema nervioso.
Si la mamá está herida, las células fetales se van directamente al lugar de la lesión y se transforman en diferentes tipos de células que se especializan en la reparación. Es una simbiosis de supervivencia amorosa: mientras que el bebé ayuda a la mamá, la mamá construye al bebé. Esta es una razón por la que algunas enfermedades desaparecen durante el embarazo y otras se previenen gracias a la presencia de estas células.
Lo más asombroso es que el ADN de tu bebé no desaparece con el parto o en el momento de la pérdida gestacional (en caso de que no haya nacido), sino que permanece décadas o incluso toda la vida contigo. De hecho es posible encontrar células de tu abuela materna en el cordón umbilical tu bebé, pues así como tú adquiriste células de tu propia mamá antes de nacer, estas pueden ser transferidas después a tus hijos.
A través de este intercambio celular, se crea un lazo intergeneracional donde conservamos rastros de ADN de nuestras madres, abuelas e hijos nacidos y no nacidos, confirmando así que los vínculos más fuertes se quedan para siempre con nosotros.
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